La ceremonia de la experiencia estética (sin cacareos)

Pero allí lo esperaba el almanaque de Alpargatas ilustrado por Florencio Molina Campos que todo lo resignificaba. 

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Yendo al pueblo, Florencio Molina Campos. Ver aquí.


El domicilio de la aventura, Juan Sasturain.
Aquí, un párrafo del capítulo Molina Campos o la galería de arte sin vereda de enfrente


"Cuando el paisano dejaba el sulki a la sombra espesa del bosquecito y entraba al almacén de ramos generales, en la abigarrada estantería, en las bolsas apiladas descansaba de un horizonte demasiado bajo y desatado.

Mientras cargaba su azúcar, su yerba o sus vicios, el porrón de ginebra, el par de calzoncillos o la cuchilla nueva, por encima del hombro del patrón alguien le recordaba las alpargatas desde el almanaque cuadrado, perfecto y colorido. Alguien le repetía el horizonte bajo y aplastado bajo tanto cielo y le sumaba algo más: el mismo sulki apenas algo apoyado sobre la huella como una araña de fierro, él mismo encaramado sobre los cueros y su propio perro con la lengua de corbata trotando detrás...

Cuando el paisano volvía al sulki a la sombra del bosquecito traía algo más que las provisiones y los vicios; traía una mirada nueva que inauguraba el paisaje, que lo reconocía por el sencillo mecanismo de la identificación. Con las probables alpargatas se había puesto imágenes que le devolvían su realidad interpretada con violento cariño, como en el sainete o el grotesco, riéndose con él, de él y para él.

La ceremonia ritual de la cacareada experiencia estética se había producido sin sacerdotes habilitados, en una galería de arte sin vereda de enfrente. Se había materializado una vez más el fenómeno Molina Campos.


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